El programa La Ventana de la Cadena SER se hizo eco ayer de una información publicada por la Revista Adiós Cultural en su número de enero/febrero sobre el duelo infantil en su sección de tertulia entre las 16 y las 17 horas. En el debate participaron, junto al director del programa Carles Francino, los periodistas habituales del programa, Isaías LaFuente, Roberto Sánchez y Luz Mellado. También intervinieron como invitados Jesús Pozo, director de Adiós Cultural y Silvia Álava, doctora en psicología y experta en duelo infantil en el “Centro de psicología Álava Reyes”.
La revista Adiós Cultural, editada por Funespaña, plantea en su actual número 140 si los niños deben asistir a los funerales, los tanatorios y los entierros cuando fallece un familiar o un amigo. El debate se plantea con la información generada por un estudio de la compañía de servicios funerarios “Albia” en la que se explica que “sólo 1 de cada 4 niños y adolescentes asisten al tanatorio o al cementerio para la despedida. Solo el 25% de los niños y adolescentes asisten al tanatorio o al cementerio para despedirse de sus seres queridos cuando sucede una muerte en la familia”. Se trata de un estudio denominado “El duelo infantil”.
Número 140 de la Revista Adiós Cultural
La información completa publicada en la revista es la siguiente:
La investigación destaca también que aquellos menores que asistieron a los actos de despedida tuvieron que insistir a sus padres para conseguirlo, y, tiempo después, manifestaron que para ellos fue una experiencia positiva.
El informe lleva a realizarse varias preguntas como la de si vivimos inmersos en un contexto que tiende a proteger a los niños de todo: del aburrimiento, de los errores, de la tristeza, de las pérdidas… ¿Es lícito que los protejamos de uno de los fundamentos esenciales de la vida?
Lo cierto es que no siempre fue así. Décadas atrás, el ciclo de la vida era algo presente que se experimentaba cotidianamente en el seno del hogar. En casa nacían los niños, y en casa las familias tendían a ocuparse también de sus difuntos, a lavarlos y a prepararlos. De este modo, todos, incluidos los niños, se implicaban en el ritual de acompañar a la muerte como una parte más de la vida, y no era extraño que los niños acudieran a los funerales. En nuestra época esto ha cambiado mucho, explicaba el diario la Vanguardia analizando el estudio.
Marian Carvajal, responsable de Atención Emocional de Albia, señala, a este respecto, que el duelo infantil y adolescente está determinado
«por el modelo educativo y relacional que se expresa en la familia (comunicativo y emocional, o sobreprotector). Si el menor percibe que llorar es algo malo, evitará hacerlo delante de sus familiares y no querrá verlos llorar. Si en casa no se habla de la enfermedad del abuelo, aprenderá que no hay que hacerlo para no añadir angustia… y así con muchos ejemplos. El tabú viene de los adultos, de su propio aprendizaje y del modelo educativo erróneo de sobreprotección hacia los niños”.
Carvajal advierte de las consecuencias negativas que puede tener no dar a los niños la oportunidad de elegir si quieren participar o no, y cómo, en los ritos de despedida:
“Pensamos que si no lo hablamos delante de ellos o les evitamos asistir a lugares como el tanatorio o los cementerios les estamos protegiendo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: los niños son capaces de percibir la tristeza que les rodea y la ausencia de su ser querido, llegando incluso a sentirse excluidos del propio proceso de despedida”.
Los niños perciben la tristeza y la ausencia del ser querido, y se sienten excluidos si se les aparta de los actos de despedida. La clave para incluir a los más pequeños en los funerales, si así lo desean y así lo decidimos, es adaptarnos a su edad e informarles con antelación de lo que allí va a suceder, así como de las emociones que puede encontrarse en las personas asistentes.
“También será muy importante que el niño perciba que está rodeado de adultos que le acompañarán, que no le dejarán solo. El adulto ha de facilitar las explicaciones y herramientas más adecuadas según la edad del menor y de su capacidad para entender y asimilar correctamente el concepto de muerte. En general, implica un proceso de diálogo y decisión en la forma en la que cada persona quiere expresar y actuar ante el fallecimiento de su familiar. Tras tomar la decisión, teniendo en cuenta la voluntad y propuestas del menor, es fundamental informarle y que se sientan acompañados y apoyados. La clave está en el apoyo. Si el niño desea despedirse o ver por última vez a su ser querido fallecido, lo mejor es facilitarlo, pues está en su derecho”, afirma Carvajal.